Listo. Se acabó la encuesta y el plazo que nos dimos. De hecho, en la primera encuesta el 40 % de los votos fueron para la historia de amor con una inteligencia artificial. A.mores I.mposibles podría ver la luz pronto. Los demás votos se repartieron, por lo que pudo haber ganado. En la segunda, aclarando las tramas, Las mujeres que solían soñar se llevó el 60 % de los votos. Tal vez porque varios entendieron que es la continuación de una novela anterior —-aunque en realidad es su precuela-—. Y en la terecera y última, ya con las dos finalistas -pero menos votos-, el 100 % fue para la historia de las mujeres que sueñan el futuro.
Les confieso que la tercera parte de esa trilogía, El hombre que dejó de soñar, ya está en fase de edición y casi terminada. Pero, para que haga sentido, se tiene que ver primero la precuela. Tal vez por eso me gustaba más esta idea, aunque más bien les compartí la decisión a mis estimados lectores, ustedes.
A esta mujer estoy seguro de que la han visto, en particular los mexicanos. Está en sus billetes de doscientos pesos anteriores y en la nueva generación de los de cien pesos. Es Sor Juana Inés de la Cruz. La “décima musa”, una mujer realmente extraordinaria de la época virreinal. Sus obras se publicaban lo mismo en España que en los demás virreinatos, y se sabe que, a través de Manila, entonces también posesión española, sus trabajos se distribuyeron incluso en Asia.
Pero, por si fuera poco, estoy seguro de que muchos ubican algunos de sus trabajos, en especial aquel que empieza con:
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Es por ello que muchas la consideran la primera gran feminista de la historia latinoamericana. Pero hay algo que muchos no conocen de su vida antes de profesar en el convento y pelearse, ganar y hasta humillar al obispo de Puebla y poner en predicamentos al Cabildo Metropolitano.
Bueno, pues antes de profesar… quiso entrar a la Real y Pontificia Universidad. Y le hicieron un examen muy amplio. De conocimientos generales, filosofía, astronomía, teología, moral, derecho y matemáticas. Y solo hubo una respuesta que le impidió entrar: “Sí, soy mujer”.
Se le planteó que, con esa vasta cultura, se metiera a la corte de la Virreina. De hecho, de esa etapa es el cuadro de la portada del libro. Y, antes de un par de años, ya la habían hecho profesar en la Orden de San Jerónimo. Porque era medio peligrosa: mujer, inteligente, articulada para el debate y cercana a la Virreina. Terrible para los conservadores.
Y sí, Sor Juana adolescente es uno de los personajes estelares de esta novela, que, de acuerdo con lo platicado, procuraré tener lista este año. Mientras tanto, pueden ir leyendo Clara Sandra solía soñar, para irse ambientando en el mundo de las soñadoras.
Décima musa:
Sabia, poetisa y
gran soñadora.
Muy bien dicho compadre!