Tal parece que las rutinas son permanentes y nunca se acaban. Pero cuando tu trabajo es la creatividad, las rutinas son otra cosa. Sí, las hay y son diarias; pero también son diferentes y especiales cada día.
Por ejemplo, ayer no pude publicar dos entradas en otro de mis proyectos. Desde temprano tenía los temas, los motivos y hasta las ideas de los textos. Pero surgieron un par de cosas y no fue posible resolverlas a tiempo. Se adelantó la hora de la comida, y se alargó la comida. Justamente por una de esas cosas que no fueron rutina.
Entonces, llega la mañana siguiente, el mediodía… y sigo sin poder empezarlas. Porque llegaron más y más tareas. De hecho, me hice un tiempo para escribirles porque hay rutinas “normales” y rutinas “con agenda”. Y que les llegue un correo a tiempo es de esa segunda lista.
Sembrar ideas y acomodar palabras es parte de esas rutinas que se disfrutan un día más. Y más cuándo ves la cosecha tiempo después: personas que te dicen o te escriben para avisarte que la idea les funcionó; o que les despertaste una emoción con un texto. Porque las tareas avanzan.
Y lo mejor de todo, que justamente pensaba hoy durante la ducha: una charla que escuchaba decía que “cuida tus palabras, porque eso es lo que te hace tener resultados positivos o negativos”. Que manejes tus palabras con cuidado.
De la nada, me llegó una idea fuerte y clara, que retumbó en la cabeza: “Eres escritor. Eres creador de mundos, relator de historias. Y puedes hacer de tu propia historia, un éxito”.
Cuida tus frases,
emociones despiertas;
crea tu historia.