A raíz de que comenté sobre “Malinche, el musical” este fin de semana, me llovieron los comentarios sobre la obra. Curiosamente, todos comparten el diagnóstico: la música es muy, muy buena; la producción, espectacular y vale la pena verlo por esas dos razones. Pero el guion… ese deja mucho que desear, pone a unos españoles muy desarrollados y “les lava la cara” sobre el proceso de colonización. Además, aventurar que lo de la Malinche fue amor y voluntario, y que Moctezuma se convirtió al cristianismo, les parece un exceso.
Vayamos por partes: una de las quejas es que, para algunos de los fondos que se despliegan en el fondo digital, usaron inteligencia artificial y se notan falsos. Sí, algo hay de eso. Por ejemplo, la perspectiva en la Universidad de Salamanca. La pared va en un sentido, y uno de los coros se alinea en sentido contrario, por ejemplo. O las perspectivas en las selvas. También hay momentos en que se ven falsas las imágenes.
Otra es que el vestuario de los españoles se ve muy elaborado y el de los indígenas no. Yo difiero: El de Moctezuma y los guerreros y sacerdotes, incluido el gran penacho, se ve muy bien logrado. El de los pobres, es en general acorde: mantas sencillas, sin olanes ni siquiera. Sí, faltó algo más de “clase media”: los pobres se ven muy pobres y los ricos muy ricos. Pero en una ciudad de más de un cuarto de millón, seguro había puntos medios.
Por ejemplo, en la foto tenemos un jaguar atacando a uno de los correos de Moctezuma. Sí, así debían estar vestidos: a final de cuentas, eran corredores de fondo, que podían cubrir con relevos la ruta Veracruz-México, de más de 400 kilómetros, en menos de 24 horas. Entre más ligeros, corren mejor. Y bueno, que el jaguar parezca salido de El Rey León… tiene que ver con la estética teatral aceptada en estos tiempos.
Ahora… Yo sí creo que Cortés se enamoró de Malinche. Porque, incluso, reconoce a su hijo Martín, le pone el mismo nombre que a su primer hijo y lo declara heredero. Al grado que serán los hermanos Martín Cortés los pioneros de la independencia de México. Por supuesto que la Corona no los deja; se los lleva a la península, los libera (por los servicios que su padre hizo al emperador español) con dos condiciones: no podrán volver al nuevo mundo y no podrán heredar los privilegios de su padre. Por eso, al poco tiempo desaparece la figura del encomendero: para evitar generar una clase rica y próspera que crea que no requiere a la Corona española. Por cierto, eso sale en la secuela de mi novela “El Tesoro de Cuauhtémoc”, que estoy terminando de escribir y que se denomina “La Herencia de Cortés”.
En fin. Tampoco estoy de acuerdo en todas las descalificaciones a la obra. A final de cuentas, es un trabajo artístico y no un documental académico. Se valen ciertas licencias.
Pero el mayor error… lo comentaremos mañana, si me acompañan por acá.
Con fallas de guion
y vestuario, deslucen
el gran musical.