No se alarmen: no voy a hablar en tono depresivo o a considerar agravar sus problemas. Es por un caso relativamente cercano que me está tocando compartir y veo que no hay cómo hacerle entender.
Una querida colega, novelista, tuvo un importante cargo en el gobierno hace dos administraciones. Posición alta, bien pagada; con cercanía al entonces presidente y capacidad de que su voz fuera escuchada. Temas de comunicación social, que sabe manejar técnicamente bien.
Pero, como a muchos que hemos pasado por la vida en el sector público, se le olvidó que “en política, los amigos son del puesto y los enemigos son tuyos”. Mucha gente te trata bien, te procura o te hace amistad, por lo que pueden llegar a sacar de beneficio, directa o indirectamente. Y a muchos de los que ofendes, niegas algo o rechazas sus ideas, te seguirán persiguiendo más allá del tiempo en que ocupes una oficina pública.
Ahora, de eso a que te persigan de por vida, saboteando todo lo que hagas, pues tampoco. Te meterán el pie una o dos veces, y conforme pase el tiempo, dejarás de ser importante para ellos también. Dejan de acosarte.
Bueno, pues esta amiga se la pasa quejándose de que sus ex jefes, excompañeros y hasta exparejas viven con el único objetivo de sabotearle todo: le entorpecen sus trabajos, hacen que la despidan, evita que la contraten; hasta de dependienta de una panadería la acaban despidiendo “por venganza política”, le roban el crédito de sus textos y todo el mundo está en su contra.
¿La verdad? Es que la actitud crítica, criticona, agresiva y pesimista es la que le cierra las puertas. Cava su propia tumba. ¡Y cómo no! Si se la pasa diciendo que su trabajo es un asco; sus jefes, unos malvados; sus compañeros, unos envidiosos; que nadie es capaz de ver su grandeza y lo alto que llegó, y que le niegan la capacidad de mandar sobre todos y corregir lo malo de la oficina, la industria y del mundo.
Por supuesto, se gana antipatías de forma constante, insistente y de todas partes.
La lección de hoy: francamente, les invito a verse en ese espejo. ¿Cuántas de las cosas que les van mal, son por ustedes mismos? ¿Qué de lo que hacen daña tanto a los demás, como para pasarles la factura? No dejen que sus depresiones personales se vuelvan presiones sociales, sobre todo si las manejan mal.
No hay mala suerte:
La mente crea jaulas,
cambia patrones.