Platicaba del musical de Nacho Cano, “Malinche”, que pude ver gracias a una invitación de mi buen amigo Fran. Dejo de lado la calidad musical de Cano, que en su estilo pop techno, con algo de hip hop, instrumental y bastante de flamenco en esta ocasión, nos dio buena música.
Algo que molestó fue la idea de que Malinche se enamoró de Cortés, y que no solo fue una esclava sometida y sojuzgada. Y que Cortés, un hombre calavera y abusivo, se vuelca en ese amor. Yo, la verdad, es que sí creo que pasó eso, pero ni tan rápido ni tan fácil como aparece en la obra (amor a primera vista).
Insisten mucho en que Moctezuma le temía a Cortés porque creía que era la encarnación del dios Quetzalcóatl. En realidad, sostengo la idea de que, desde que encontró al náufrago Jerónimo de Aguilar en Yucatán, que sabía español y maya, este le enseñó algunas figuras legales de estas tierras, entre ellas, presentarse como embajador de un rey. Y luego, con Malinche, que sabía náhuatl y maya, pudo completar el contacto cultural con los Aztecas.
Eso le daría algo equivalente a la “inmunidad diplomática”. Por eso pudo llegar a Tenochtitlan con tan pocas batallas cruentas. Las hubo, pues; pero ni tantas como quienes se imaginan una conquista salvaje, ni tan pocas como pone la obra. Y por eso fue sumando aliados en el camino. Como dicen por allí, “la Conquista no la hicieron los españoles, sino los indígenas molestos con los aztecas; y la Independencia no la hicieron los mexicanos, sino los criollos españoles molestos con la Corona”.
Creo que es importante el énfasis en la conversión de Moctezuma al catolicismo; un dato que muchos olvidan es que, desde la entrada de Cortés en 1519 a la Noche Triste, hubo una relativa convivencia y paz. La parte realmente salvaje de la Conquista ocurre cuándo Cortés va a enfrentarse a Pánfilo de Narváez y deja a cargo a Pedro de Alvarado de la ciudad… y este hace una masacre en Templo Mayor en pleno festival de las flores. Temía que el gran festival, con atavíos guerreros y música de tambores, era en realidad un intento de sublevación. Eso los llevará a la Noche Triste y a que Cortés regrese casi un año después a sitiar la ciudad… con barcos (los pequeños bergantines) que construyó en la orilla del lago.
Y bueno: la lógica de que Huitzilopochtli, el dios del sol y de la guerra, es enemigo directo de Quetzalcóatl, el dios de la paz y la luna, si es el mayor disparate en la obra. No sé quién lo asesoró; pero sí es un error conceptual e ideológico que ayuda mucho al drama del guion, pero daña bastante su verosimilitud. Un error monumental.
En fin, qué parte de lo que comento aquí y mi visión del tema pueden leerlo a detalle en la novela “El tesoro de Cuauhtémoc”, que, como “Malinche, el musical”, aborda esos argumentos de una manera distinta a lo tradicional, pero más apegada a lo que debió ser.
Malinche y Cortés:
diplomática amistad
tendiendo puentes.