Hay veces que es necesario tener un placer en solitario. Si nadie quiere o puede acompañarte, y de verdad quieres hacer las cosas… ¿Por qué tendría que detenerte hacer algo por ti mismo, sin más compañía que tú solo?
Sucede que tengo el hábito de ir al cine cada semana. A veces no voy, a veces he ido tres veces en una semana. Típicamente, lo hago los lunes en que un paquete de dos boletos, bebidas y palomitas cuesta lo mismo que los boletos sueltos a precio normal. Eso, si voy acompañado. Si hay estrenos que realmente lo ameriten, los jueves suelen ser un buen día, aunque vaya solo y sin compras en dulcería. Si los hijos quieren ver una película, es el sábado. Pero cada semana suele ser mi hábito. Los miércoles escribo una reseña de la película de la semana en Bichos y Dichos, el blog. Hay muchos lectores que siguen las recomendaciones, sabiendo que son películas que llevan al menos dos semanas en cartelera, y que podrán desaparecer pronto.
Hace dos semanas, estrenaron Hamilton, el musical (del que les he hablado toda la semana) en el cine. Lo grabaron con el elenco original en 2016 durante tres funciones, y armaron una buena versión cinematográfica. Ya la había visto tres veces cuándo se estrenó en plataforma, en Disney+, el 4 de julio de 2020. Y la he visto al menos una vez al año desde entonces. Pero verla en el cine sonaba muy atractivo, la verdad.
El tema es que hay una función al día, en algunas salas seleccionadas. Y son o muy temprano, a las 11 a. m., o después de las 9:30 p. m. Y para una película que dura tres horas (con cortos e intermedio de 10 minutos, como si estuvieras en el teatro), salir después de la media noche y hasta la una de la mañana no sonaba del todo bien. Así que me pasé la primera semana aguantándome las ganas.
Pero… el sábado estaba cerca de casa de mis hijos. Había función a las 8:30 p. m. Los invité a verla. El joven dijo que no, que se tenía que dormir 10:30, cuando muy tarde, porque tenía examen de artes marciales al día siguiente, temprano. Su hermana declinó cuándo le dije que 90 % era cantado, 5 % gritado y 5 % susurrado. “¡Pero es en hip hop, que te gusta!”. No, parece que no tanto. No los convencí.
Y entonces había que tomar una decisión: ir a ver algo que te gusta, solo; o declinar porque nadie quiere ir contigo. Éramos 7 personas en la sala. Tres parejas y yo. Todos cantamos en al menos una canción. En otras, había un coro de al menos 3. Dos chicas comentaban que la función del viernes en otro cine “no solo había estado casi llena: todos iban caracterizados como personajes de la obra”. ¡Qué pena que no fui a esa! Pero la disfruté… Y ya les contaré por qué disfruté ir solo al cine.
Gran texto GOnzalo!
No soy una amante del cine, pero me gusta ir de vez en cuando. Llevo normalmente a mi hija conmigo y lo pasamos muy bien viendo pelis infantiles.