Una de esas madrugadas en que terminaba de trabajar como a las 2:30 y tenía que despertarme a las 6:30, empezó a sonar una canción en el modo aleatorio de Spotify. Me gustó mucho. Transmitía una buena vibra. Sin darme cuenta, le pedí que reprodujera todo el álbum del que venía esa pieza. Y, también, sin darme cuenta, presioné el botón de “reproducir continuamente”, además de haber quitado el modo aleatorio.
No sabía que el álbum duraba casi tres horas. Tiene canciones que suenan casi iguales, pero las letras varían, así que había que estar atento. Pero, al haber dado la instrucción de “reproducir continuamente”, terminó y volvió a empezar, y no me di cuenta.
Hasta que sonó la alarma de las 6:30. Sí, me pasé la noche en vela oyendo esa mágica partitura.
Ya en la oficina, busqué los detalles. Me enteré de que era de un musical de Broadway. Que duraba tres horas, pero que, de no ser predominantemente de Hip Hop, duraría cuatro y media en un ritmo más tradicional.
Esa noche, a las 10, me llamaron a una junta importante. Salí casi a la una de la mañana, con instrucciones para el equipo, que teníamos que resolver de inmediato. Casi todos estaban fúricos: tuvieron que esperar tres horas solo para recibir instrucciones. Calculábamos unas tres horas de trabajo, y considerábamos que mejor dormiríamos en la oficina, pues había que estar a las 7 al día siguiente.
Puse la música. Algunos, me vieron como que me había vuelto loco. ¿Yo, con hip hop? ¿En la oficina? ¿En plena madrugada? Pero entonces empezó a sonar “the room where it happens”. Una canción en la que el principal antagonista se queja de que el protagonista entra a una habitación a una negociación importante, pese a que él tiene mejor cargo, lo dejan fuera… y se lamenta de “no estar en la habitación en que suceden las cosas importantes”.
Le dije al equipo: “Sí, buena parte del equipo ya está en su casa desde las 9. Nosotros no. Pero estamos en la habitación donde pasan las cosas. ¿De veras preferirían no estar aquí hoy?”. Guardaron silencio. Volví a poner la canción. Se animaron todos.
Acabamos en menos de 45 minutos. Pocas veces había visto al equipo tan entusiasmado y dinámico. La música nos subió de ánimo de una manera que poco había visto en mi vida laboral. A las 2:15 estaba en casa y a las 2:30, dormido con una enorme sonrisa.
Por supuesto, esa canción se volvió como un himno para el equipo. Al menos durante los tres meses más que duraría ese frenético ritmo laboral.
Y mañana… Mañana les contaré más de la música que causó eso.
Muchas gracias por compartir hermano
Gran post Gonzalo , voy a buscar la canción now